Sayulita es un pequeño puedo de la costa de Nayarit que se caracteriza por su mezcla entre el ambiente bohemio y la cultura tradicional mexicana y, sobre todo, por el surf. Es un pueblo muy agradable con calles muy coloridas, fácil de recorrer a pie y con muy buen ambiente.
Desde que pones un pie en Sayulita notas su esencia de pueblo tranquilo: calles de piedra, fachadas pintorescas, puestos de jugo natural y cafecitos con mesas en la banqueta donde nadie parece tener prisa.
Sin embargo, en Sayulita pasa algo un poco contradictorio y es que su ambiente relajado y alternativo ha acabado trayendo a tanta gente que a veces se masifica demasiado. Cuando se masifica, el pueblo resulta un poco caótico, pero aún así sigue manteniendo su rollito bohemio. Y es que Sayulita tiene un espíritu joven, donde todo gira en torno al surf por el día y la fiesta por la noche.
¿Dónde está Sayulita y cómo llegar?
Sayulita está en la costa del Pacífico, dentro del estado de Nayarit y forma parte de la famosa Riviera Nayarit. Su ubicación es una auténtica maravilla: entre el mar, la sierra y unos cuantos pueblos con encanto, lo que la hace perfecta tanto para viajeros solitarios como para parejas o familias con ganas de algo distinto.
Llegar por aire
La forma más práctica de llegar es volando al Aeropuerto Internacional de Puerto Vallarta, que está a unos 40 km al sur. Desde ahí, tienes varias formas para llegar a Sayulita:
- Taxi o Uber: El viaje dura entre 45 minutos y una hora, según el tráfico.
- Shuttle o transporte compartido: Varias empresas ofrecen traslados directos.
- Rentar un auto: Ideal si planeas explorar los alrededores con libertad.
Llegar por tierra
- Autobús local: Desde la central de Puerto Vallarta salen camiones cada 30 minutos rumbo a Sayulita.
- Desde Tepic o Guadalajara: Puedes llegar en autobús hasta Bucerías o Compostela y conectar desde allí.
¿Qué hace tan especial a Sayulita?
No es solo el paisaje ni la cercanía al mar lo que engancha. Sayulita tiene algo que va más allá. A pesar de lo turístico, sigue teniendo ese aire de pueblo tradicional.
Aquí la vida funciona sin filtros y sin prisas. Te cruzas con artistas vendiendo sus piezas sobre mantas en la calle, surfistas cargando sus tablas, familias comiendo pan dulce en la plaza y yoguis descalzos rumbo a su sesión al amanecer.
Hay una onda bohemia en el ambiente que te invita a soltar el personaje y ser tú, sin adornos. Todo se mueve a un ritmo más humano, más conectado con lo simple, lo natural y lo verdadero.

Actividades en Sayulita: todo lo que puedes hacer
Surf: el alma de Sayulita
El surf aquí es mucho más que una actividad, es parte del ADN del pueblo. Desde bien temprano, ves gente con tabla en mano entrando al mar, enseñando a otros o simplemente tirados en la arena tomando el sol.
La playa principal es ideal para quienes están empezando. Por eso hay tantas escuelas tanto para locales como para extranjeros. Si ya tienes experiencia, hay otras playas como La Lancha o Punta Burros que ofrecen olas más intensas. Y si lo tuyo es algo más chill, el paddleboarding en la mañana es perfecto.
Explorar el centro: arte, color y vida local
El centro de Sayulita es pura vida. No tiene una gran plaza ni monumentos impresionantes, pero cada calle es una pequeña obra de arte.
Hay murales por todos lados, galerías con arte huichol y contemporáneo, tiendas de ropa con diseño local y mercados que parecen sacados de Pinterest. No te puedes perder el Mercado del Pueblo, los viernes, donde puedes encontrar desde cosméticos naturales hasta comida vegana y arte hecho a mano.
Está todo pensado para que te sientas cómodo, para que te tomes tu tiempo. Si te gusta el arte callejero o la fotografía, aquí vas a llenar tu móvil de fotos sin darte cuenta.
Naturaleza y aventura
Sayulita es mucho más que su playa principal. Si te animas a salir un poco del pueblo y explorar, vas a encontrar rutas, playas escondidas y naturaleza en estado puro.
Una caminata clásica es la que lleva a Playa Malpaso, una joyita escondida rodeada de selva donde muchas veces estarás solo con el sonido del mar. También puedes lanzarte a una aventura en cuatrimoto, a caballo por la selva o hacer un tour para explorar cuevas y cerros.
Si te gusta el mar, puedes subirte a una lancha rumbo a las Islas Marietas. Además de la famosa «playa escondida», podrás ver aves exóticas y sumergirte en zonas perfectas para hacer snorkel. En invierno (diciembre a marzo), hasta puedes ver ballenas jorobadas desde el bote.
Todo esto hace que Sayulita no sea solo un destino de playa. Es una puerta directa a lo natural y lo salvaje.

Comer en Sayulita
Una de las cosas que más sorprende de Sayulita es la gran cantidad de opciones diferentes para comer que ofrece. A pesar de ser un pueblo pequeño, tiene una escena culinaria tan diversa que parece que el mundo entero se concentró en sus cocinas.
En cada esquina hay algo que llama la atención: desde tacos de camarón al pastor que te hacen salivar, hasta un pad thai vegano preparado con ingredientes frescos del mercado. Esa mezcla cultural tan presente en las calles también se nota en los menús.
Hay taquerías donde hacen las tortillas al momento, puestos de mariscos donde el ceviche lo preparan frente a ti, panaderías orgánicas, restaurantes con cocina de autor, cafés donde el café se prepara con métodos como Chemex o V60, y fonditas familiares con recetas que pasan de generación en generación.
Una tarde cualquiera puede transformarse en un festín de sabores: sentarte en una terraza, pedir una tostada de atún, un mezcal con sal de chapulín y ver cómo el sol cae sobre el mar.
Y si eres vegetariano o vegano, vas a sentirte en casa. La oferta saludable y orgánica es bastante amplia, sobre todo en los desayunos que son un ritual por sí solos.
Vida nocturna en Sayulita
Cuando cae la noche, Sayulita se transforma. Cambia el ritmo, pero no pierde el encanto. De día es tranquilo, colorido; de noche, se vuelve un lugar lleno de vida, pero sin llegar al desmadre.
Hay bares con bandas en vivo, DJs que arman ambiente frente al mar, y rincones medio escondidos donde puedes pedir un mezcal artesanal mientras platicas con gente de cualquier parte del planeta. Todo mundo está en la misma sintonía: pasarlo bien sin complicaciones.
No necesitas antros gigantes para disfrutar. A veces basta una cerveza en la playa, una tocada sorpresa en un barcito, y una fiesta improvisada bajo las estrellas.
Si la fiesta no es lo tuyo, también puedes encontrar planes tranquilos: cafeterías con música bajita, sesiones de yoga nocturnas, fogatas junto al mar o una simple caminata por el centro, con las lucecitas cálidas alumbrando el camino.
Ese ambiente juvenil y cosmopolita que invita a quedarte hasta tarde es parte de la magia nocturna de Sayulita.
Lo bueno y lo malo de Sayulita
Como en todo destino que se pone de moda, Sayulita tiene su lado complicado. Y es mejor saberlo antes de ir.
La verdad es que ya no es ese tesoro escondido que era hace unos años. El boom turístico ha traído más visitantes, precios más altos y algunos problemas con los servicios.
En temporada alta puede llegar a estar muy saturado: sombrillas por todos lados, filas en los restaurantes, tráfico en las calles. Y los precios… a veces parecen más de ciudad gringa que de pueblo mexicano.
También hay temas con la limpieza del mar, sobre todo cuando llueve o por descargas que no están bien controladas.
Pero no todo está perdido. Puedes esquivar los agobios quedándote un poco más lejos del centro, viajando en temporada baja (de mayo a noviembre) o visitando playas vecinas como San Pancho, que tiene una onda parecida pero más tranquila.
¿Quieres algo aún más remoto? Agarra un taxi acuático a Yelapa, otro pueblito que parece de película, con paisajes que te dejan sin habla.
Consejos finales para visitar Sayulita
- Camina o usa la bici. El centro es chico y se disfruta más a pie.
- Reserva con tiempo. En temporada alta todo se llena rápido y suben los precios.
- Lleva efectivo. Hay cajeros, pero muchos lugares solo aceptan cash.
- Habla con la gente local. Son auténticos, con buena vibra y felices de compartir su historia.
- Una vez allí, déjate llevar y disfruta
Sayulita no es un destino de lujo, ni con grandes resorts, ni lo pretende. No es para quien busca todo perfecto, sino para quien quiere vivir algo auténtico.
Venir a Sayulita es atreverte a surfear, perderte entre colores, comer de maravilla, conocer personas increíbles y descubrir que se puede vivir más lento, más ligero.
Es sentarte en una banca con un agua de coco, ver cómo pasa la vida, escuchar una guitarra lejana y pensar: “Aquí me quedo un rato más”. Si quieres salir de la rutina que impone el mundo en el que vivimos, Sayulita es una gran opción.